¿Por qué los gatos eran tan venerados en el Antiguo Egipto?

El respeto haca estos animales llegaba hasta el final de sus vidas: muchos gatos eran cuidadosamente momificados, enterrados con amuletos y envueltos en telas decoradas, del mismo modo que los humanos.

La veneración no se limitaba a templos y ceremonias. En la vida cotidiana, los gatos eran miembros respetados del hogar.
La veneración no se limitaba a templos y ceremonias. En la vida cotidiana, los gatos eran miembros respetados del hogar. Créditos: Pixabay.com
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En un rincón del mundo donde el sol reinaba como un dios y el Nilo marcaba el ritmo de la vida, un animal pequeño, ágil y sigiloso conquistó el corazón de una civilización entera. No fue un león, ni un toro sagrado, sino el gato doméstico quien se ganó un lugar privilegiado en templos, hogares y hasta en el más allá. ¿Cómo logró un felino común convertirse en símbolo de lo divino? ¿Qué secretos guardaba ese maullido para ser escuchado con reverencia por faraones y campesinos por igual?

Los gatos no solo eran queridos en el Antiguo Egipto: eran venerados, protegidos por ley, representados en el arte y momificados como miembros honorarios de la familia. Nos adentramos en el fascinante mundo de los egipcios y su adoración por los gatos, descubriendo cómo este animal doméstico terminó entre los dioses y por qué, miles de años después, sigue reinando sobre nuestros corazones (y sillones).

Pirámide de Giza/Pixabay. 

El origen del vínculo: entre utilidad y misticismo

La historia de amor entre Egipto y los gatos tiene raíces prácticas pero también profundamente simbólicas. En los albores de la civilización egipcia, las comunidades agrícolas florecían gracias al Nilo, que traía fertilidad... y también plagas. Los graneros estaban constantemente amenazados por ratas y serpientes, y fue entonces que los gatos, hábiles cazadores, comenzaron a rondar los campos y viviendas.

Lejos de ser considerados simples animales de corral, los egipcios vieron en ellos a aliados con cualidades casi mágicas: movimientos elegantes, ojos que brillaban en la oscuridad, independencia, limpieza.

Era fácil imaginar que había algo sobrenatural en esas criaturas que protegían el sustento del pueblo sin pedir nada a cambio, más allá de un rincón donde dormir al sol.

En el antiguo Egipto se creía que eran seres curativos y se los asociaba sobre todo con la protección, ya que al ser perteneciente de la familia de los felinos, se lo asemejaría directamente con el león, el cual para los egipcios, sería el dios del sol, Ra.

Bastet: la diosa felina del amor, la música y la protección

Con el tiempo, los gatos fueron elevados al plano divino a través de Bastet, una de las diosas más populares del panteón egipcio. Representada como una mujer con cabeza de gato, Bastet era la diosa de la armonía, el hogar, la fertilidad, la música y, sobre todo, la protección.

Su naturaleza era dual: maternal y feroz. Se decía que protegía a los hogares del mal y a las mujeres durante el parto, pero también que podía convertirse en una fuerza destructiva si era provocada.

El culto a Bastet floreció particularmente durante el período del Imperio Nuevo (c. 1550–1070 a.C.), y su ciudad sagrada, Bubastis, albergaba templos majestuosos donde miles de personas se reunían para rendir homenaje a la diosa y sus representaciones felinas. Los gatos eran criados en templos y ofrecidos como ofrendas vivas o, más comúnmente, momificados tras su muerte como símbolo de devoción.