LAS OLAS

Las olas

Observa las olas, mira como nunca se detienen, siempre están en movimiento. Cuando tú dejas de vigilarlas, cuando regresamos a la ciudad después de las vacaciones, ellas siguen yendo y viniendo, mojando la arena, agitando el fondo del mar y esperándote para cuando puedas volver a visitarlas

Olas / Ilustración
Olas / IlustraciónCréditos: Pixabay
Escrito en PODCAST el

Audio relacionado

Su navegador no soporta la reproducción de audio por HTML 5
08 AGOSTO - Las olas

A Teresa le encanta mirar las olas del mar. Es una afición que se ha arraigado en ella a través de los años.

De niña aprendió, primero, a temerles, cuando una ola la revolcó en una playa de Zihuatanejo. Pero, a raíz de ese incidente, su madre platicó mucho con ella para ayudarla a perder ese miedo. Le contó historias, le leyó cuentos, le enseñó versos y poemas y, poco a poco, consiguió que el mar se convirtiera en su pasión. Fue ella, quien le enseñó a amar las olas, a contemplarlas y a extasiarse con su ritmo y su sonido. La cadencia del mar es como el latido del corazón de nuestro planeta, le decía.

Observa las olas, mira como nunca se detienen, siempre están en movimiento. Cuando tú dejas de vigilarlas, cuando regresamos a la ciudad después de las vacaciones, ellas siguen yendo y viniendo, mojando la arena, agitando el fondo del mar y esperándote para cuando puedas volver a visitarlas.

Teresa guarda esas palabras en la memoria y en el corazón.

Es por eso que el oleaje representa para ella una profunda certeza: la confianza en una fuerza poderosa y reconfortante. A lo largo de los años Teresa ha coleccionado fragmentos literarios y poéticos que tienen que ver con el mar y con las olas.

Algunos de ellos son sus favoritos. Por ejemplo, Pablo Neruda, que un bello poema dice: “Necesito del mar porque me enseña. No sé si aprendo música o conciencia”. 

También hay unas líneas de Jaime Sabines que le emocionan mucho:

“El mar suena igual que la noche. Con un vasto, infinito silencio, con una onda voz”.

Otro texto que le encanta, es un relato fantástico de Octavio Paz que se llama “Mi vida con la ola”, el inicio le divierte mucho. Dice Paz:

“Cuando dejé aquel mar una ola se adelantó entre todas. Era esbelta y ligera. A pesar de los gritos de las otras, que la detenían por el vestido flotante, se colgó de mi brazo y se fue conmigo saltando.”

Esos poemas, esos relatos, son para Teresa una manera de estar siempre cerca del mar. Revivir esos momentos mágicos en una playa que solo la poesía logra evocar.

Como en ese pequeñísimo y profundo poema de José Gorostiza que es su predilecto entre todos:

“A veces me dan ganas de llorar, pero las suple el mar.”

Y tú, ¿Qué relación tienes con el mar? ¿Te emociona, te gusta, te relaja?  Las sensaciones que a Teresa y a muchas otras personas les provoca la cercanía del mar, tienen una explicación psicológica y neurológica.

El Dr. Arturo Torres, psicólogo de la Universidad de Barcelona, asegura que la cercanía del mar es una de las experiencias que modifican nuestra mente de un modo más consistente.

Sus sonidos estimulan la corteza pre-frontal del cerebro, asociada a funciones como la atención, la memoria y la inteligencia, pero también a la expresión de nuestras emociones.

Observar y escuchar el mar con atención, armonizando tu respiración con su ritmo, te lleva a un estado de meditación, de calma y de pensamientos profundos.

Además, el mar nos permite romper la “rumiación” que es ese pensamiento obsesivo que nos invade cuando un problema nos preocupa demasiado. El mar facilita que nuestra creatividad se libere, y conecta ideas que no habíamos relacionado.

No cabe duda, el mar es magia y belleza. Por eso, cada vez que lo miramos nos sorprende, como si fuera la primera vez. Nos llena de asombro, de alegría, de certezas.

Olas / Ilustración / Pixabay