El libro un objeto sorprendente

Los romanos les llamaban “códices”, palabra de deriva del latín caudex, que significa tronco de árbol o corteza, que era el material que se utilizaba para hacer las tapas.

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¿Alguna vez te has puesto a pensar que todos los objetos útiles que empleas cotidianamente son producto de la creatividad, la inteligencia y el ingenio de los seres humanos?

Solemos reparar en ello cuando se trata de aparatos de alta tecnología, como teléfonos inteligentes, autos vanguardistas, o electrodomésticos innovadores. Pero, si te detienes a reflexionarlo un poco, verás que las herramientas más sencillas, también encierran un esfuerzo creativo importante.

Muchas de ellas, en su momento, representaron cambios fundamentales en la vida de las personas y les permitieron ventajas como mayor comodidad, velocidad, higiene o productividad. Un tenedor, una aguja, un plato, un par de zapatos, un peine, un telar o un espejo, son instrumentos de gran utilidad que se inventaron hace cientos de años y siguen siendo indispensables para nosotros.

Lo interesante es que todos ellos conservan su forma y sus características desde hace siglos. Hoy te quiero invitar a que pongas atención en uno de esos objetos centenarios: el libro.

Sí, el libro, ese eficaz portador de ideas y palabras, cuyo diseño, forma y tamaño se han repetido por generaciones y generaciones desde el siglo primero de nuestra era.

El libro, tal como lo conocemos ahora, rectangular, con tapas y con páginas escritas por ambos lados, se inventó en Roma hace dos mil años aproximadamente. Los romanos les llamaban "códices", palabra de deriva del latín caudex, que significa tronco de árbol o corteza, que era el material que se utilizaba para hacer las tapas.

Conoce más en la cápsula de hoy.

Libros / Ilustración / Pixabay
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