PATERNIDAD

Paternidad y ciencia

Estas zonas del cerebro que se activan en madre y padre son muy diferentes, pero complementarias. La relación con el padre está dirigida hacia afuera, es decir, su papel es impulsar al hijo y enfrentarlo a sus propios límites, que descubra el mundo y aprenda a conocer riesgos

Padre e hijo / Ilustración
Padre e hijo / IlustraciónCréditos: Pixabay
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04 Oct 22 Paternidad y ciencia

Cuando María le dijo a su hija que se quedara en casa con su papá, pues iría a comprar algunos víveres al supermercado, la pequeña Vanessa respingó: ah no, yo con ese señor no me quedo.  –Pero sí es tu papá – dijo María. –Sí, lo sé, pero casi no lo conozco – espetó Vanessa. El corazón de su padre se fracturó en ese momento. Sus responsabilidades laborales habían logrado que su hija lo desconociera. Afortunadamente esa frase lasciva le hizo reaccionar y poco a poco ganó la confianza de su princesa: sembraron árboles juntos, jugaron a la pelota, treparon alguno que otro árbol y leyeron miles de historias.

Recientemente se publicó en Aceprensa un artículo titulado La ciencia descubre la paternidad, donde se explica que el hombre que se convierte en padre experimenta diferentes cambios en su organismo. Desde antes del nacimiento del bebé, si el papá toca el vientre materno y percibe a su hijo, se experimenta un incremento en la oxitocina, la hormona que nos relaja y nos lleva a sentirnos plenos y felices.

De acuerdo con la antropóloga evolutiva del Departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Oxford en Inglaterra, Ana Machin, durante el embarazo, se disminuyen los niveles de testosterona en el padre, lo que permite mayor implicación con el recién nacido. Luego el nivel hormonal vuelve a subir, pero nunca recupera los niveles previos.

¿Por qué baja la testosterona? En realidad, tiene su raíz en la evolución, ya que los bebés son dependientes de sus progenitores, por eso, mientras más bajos estén los niveles de testosterona, mejores padres serán, listos para empatizar con los hijos y estar atentos a sus necesidades básicas, además de que la oxitocina y la dopamina, hormonas de gratificación, estarán más altas y les harán sentir plenos.

Machin concluye que la ciencia ha subestimado el papel del padre. Cuando los progenitores interactúan con el niño, dice Ana, se activa el sistema límbico del cerebro, zona en la que residen los sentimientos como cuidado y protección. Cuando es el padre quien convive con ellos, la zona que se activa se llama neocórtex, donde está la cognición social, interacción, comunicación, planificación y desafío.

Estas zonas del cerebro que se activan en madre y padre son muy diferentes, pero complementarias. La relación con el padre está dirigida hacia afuera, es decir, su papel es impulsar al hijo y enfrentarlo a sus propios límites, que descubra el mundo y aprenda a conocer riesgos.

Así, los estudios señalan que el cerebro de un hombre que es padre es diferente del cerebro de quien no lo es. Atender al bebé representa una especie de estrés positivo para el padre, ya que potencia la aparición de nuevas neuronas por acción de la prolactina.

Actualmente se ha descubierto que el papel del padre no debe quedar relegado de ninguna manera a un segundo plano, ya que este tiene una contribución única al desarrollo del infante, en particular en el plano social, a partir de los dos años de edad.  Por eso es importante que los padres busquen implicarse de lleno en el cuidado y educación de los hijos.

Un padre presente aumenta la autoestima de sus hijos, mejora su habilidad social, desempeño escolar, pero, sobre todo, brinda mayores herramientas al hijo para que sea capaz de enfrentarse ante dificultades futuras.

El papel del padre es primordial para la salud y el bienestar de sus hijos y de la familia, es vital para hacer al niño más resistente, resiliente.

Padre e hija / Ilustración / Pixabay