OPINIÓN SERGIO ALMAZÁN

La generación de las alternancias

El pasado 2 de julio se cumplieron 25 años, apenas un cuarto de siglo, en que el PRI perdía las elecciones.

Muchas cosas pasaron en esos años de cierre del siglo XX y muchas otras dejaron de ocurrirnos.
Muchas cosas pasaron en esos años de cierre del siglo XX y muchas otras dejaron de ocurrirnos.Créditos: Cuartoscuro
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Aquellos jóvenes que nacieron iniciado el siglo XXI y que hoy oscilan entre los 25 años, no comprenden el concepto “dictadura perfecta” del PRI; incluso puede pasar que les resulte imposible pensar que por espacio de siete décadas fuese el partido único en el poder en todo el país. Nacieron con un sistema democrático de ideologías, que tiñó de por lo menos tres colores distintos al país: PRI-PAN y PRD.

Ahora todos estos no son ni representan la oposición o el contrapeso para la hegemonía que ejerce el partido nacido hace poco menos de 15 años y con tan sólo 7 años en la presidencia es MORENA el partido de Estado en el país.

El pasado 2 de julio se cumplieron 25 años, apenas un cuarto de siglo, en que el PRI perdía las elecciones y el PAN ganaba aquella contienda en que recibíamos al nuevo siglo con un nuevo proyecto ideológico de nación en manos de Vicente Fox quien perdió la oportunidad de consolidar a su partido y afianzar una alternativa de cultura política que marcara la transición democrática que había comenzado Cuauhtémoc Cárdenas en la última década del 1990, cuando el PRD logra apoderarse del entonces Distrito Federal con la primera jefatura de gobierno en las urnas en 1997.

Muchas cosas pasaron en esos años de cierre del siglo XX y muchas otras dejaron de ocurrirnos, pero lo evidente y memorioso hoy día es que México iniciaba el milenio con una esperanza democrática.

El investigador social Alberto J. Olvera afirma que nuestra nación fue la última con respecto a América Latina en llegar a la transición democrática y que se explica por la enorme fuerza corporativa que tenía el PRI para poder resistir a las turbulencias sociales como fue la elección del 88, la insurrección del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1991, la reforma política del 94 y 97, no así en el año 2000 en que el entonces presidente Ernesto Zedillo –de fracción priista- tuvo que ser quien aceptara la ruptura del partido hegemónico por varias décadas y comenzar a cavar la tumba partidista en este cuarto de siglo.

Nos parece que hace mucho tiempo que ocurrió esta transición democrática, esta ruleta de las alternancias, pero hace 25 años que los destinos ideológicos, sociales y políticos se juegan en una suerte de declives y concentraciones del poder: dos sexenios panistas, un retorno al llamado “nuevo PRI” y desde 2018 el partido más joven MORENA que en menos de una década ha logrado ser la mayor fuerza ideológica del país. Siendo su líder moral y pasado presidente del país Andrés Manuel López Obrador quien lograra descarrilar el débil tren democrático del panismo, desde el 2006 en que Fox no supo capitalizar su triunfo ni administrar a sus adversarios y al pueblo que no se sentía identificado con la ideología panista. Siendo su sucesor Felipe Calderón quien dio el tiro de gracia al proyecto a fuerza de autodestrucción política.

Y lo paradójico, como ocurre siempre en la política, el pináculo de la tierra del sepulturero ocurrió en el 2012 con Enrique Peña Nieto quien es el artífice consagrado de enterrar al PRI y las formas de colonización de los recursos nacionales como eran las gotas petroleras, las reformas eléctricas y de telecomunicaciones que sirvieron para alcanzar la cúspide de corrupción e
impunidad partidista.

Siendo estas circunstancias lo que llevaron el triunfo de un nuevo estilo y retórica ideológica partidista de “primero los pobres” que encaminaron al triunfo del proyecto obradorista que continúa como un proyecto nacionalista revolucionario, al viejo estilo de un siglo atrás: justicia social, ideología popular y el Estado sin límites bajo una nueva estrategia: la voz y el voto popular.

El pecado fue confiar en una ideología sin estrategias que atacara los dos graves problemas: inseguridad y narcotráfico, la impunidad delictiva que cuesta vidas. Porque sin instituciones autónomas, pero supervisadas no hay democracia. De no apurar los tiempos para dar resultados, volveremos a sepultar a una generación de las alternancias…

Abramos la discusión: @salmazan71