HÉCTOR ZAGAL

Ahí está el relajo

Mario Moreno es comediante, sí. Pero Cantinflas es un relajiento, dice el autor a 32 años de la muerte del actor.

Mario Moreno dio vida al personaje 'Cantinflas', un referente del cine mexiano en el mundo.
Mario Moreno dio vida al personaje 'Cantinflas', un referente del cine mexiano en el mundo.Créditos: Foto: EFE
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“Algo malo debe tener el trabajo o los ricos ya lo habrían acaparado.” Este domingo no solo celebramos el inicio de la Semana de Pascua: también se conmemoran 32 años de la muerte de una de las figuras más entrañables del Cine de Oro Mexicano: Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, mejor conocido por su nombre artístico, Cantinflas.

Ahora bien, no pretendo contarle aquí —mi amable interlocutor— la vida y milagros del genio cómico de México. Para eso están las miles de páginas web que se dedican, con dudoso esmero, a redactar biografías atropelladas de personajes históricos. No. Ya que el día lo amerita, quisiera más bien detenerme en lo que representa Cantinflas no sólo como ícono cinematográfico, sino como un retrato —algo idealizado, es cierto— del ser mexicano. Y para eso, me apoyaré en Jorge Portilla y su obra Fenomenología del relajo.

¿Qué es el relajo? No, no me refiero al que arman los americanistas cada que su equipo "gana" un partido. Para Portilla, el relajo es “la suspensión de la seriedad frente a un valor propuesto a un grupo de personas”. Es decir: abstraerse y, al mismo tiempo, negar un valor que, dentro de un contexto sociopolítico, se considera sagrado o serio. Para que haya relajo, es indispensable que varios individuos —pues el relajo no es solitario— entren en una especie de juego de mimetismo: todos se hacen eco de una misma actitud frente a lo que se suponía serio.

Y es aquí donde Portilla declara: “El ejemplo más perfecto de esta función activa de la expresividad corpórea es la total supresión de la seriedad que se manifiesta en ciertas actitudes de Mario Moreno (...) La acción constitutiva del relajo puede ser una serie de meras actitudes cantinflescas, por decirlo así.”

Cantinflas inunda la realidad con irreverencia y relajo. Basta ver la escena del baile en El bolero de Raquel. En ella, una vedette entra al escenario vestida de rojo brillante. La acompaña el célebre Bolero de Ravel. Baila con elegancia en torno a un único poste de luz que hace las veces de pareja. Todo está perfectamente montado para transmitir sensualidad, sofisticación, arte.

Pero entonces —tras bambalinas— asoma Cantinflas. Lo embelesa la escena. Y en un acto de galantería... o de torpeza... o de pura “cantinflez”, entra a escena. Se pone a bailar. Pero lo suyo no es el ritmo de Ravel, sino pasos torpes, sacudidas espontáneas, fintas inverosímiles. La vedette intenta seguirlo. El público se ríe. El gerente, desde el fondo, se lleva las manos a la cabeza. Cantinflas no se inmuta. Ignora la coreografía, ignora a su "pareja", ignora la seriedad del espectáculo. Lo que era baile se transforma en parodia. La solemnidad se rompe. El relajo ha tomado el escenario.

Mario Moreno es comediante, sí. Pero Cantinflas es un relajiento. Portilla lo define con precisión: “El relajiento es un hombre sin porvenir. Vive perpetuamente vuelto hacia ese cercanísimo pasado en que el presente acaba de surgir, para negar risueñamente su contenido. Se niega a tomar nada en serio, a comprometerse en algo; es decir, se niega a garantizar cualquier conducta propia en el futuro.”

Y sin embargo, ¿quién no disfruta hablar con un relajiento? Es el que saca la plática chusca, el chiste que aligera la comida, la broma que rompe el hielo. Yo, la verdad, prefiero una buena charla con un relajiento que con un apretado. Pero eso se los explico otro día… “¡Ahí está el detalle! Que no es ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.”

(Héctor Zagal, profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana, y Emilio Montes de Oca, coautores de este libro, conducen el programa de radio “El Banquete del Dr. Zagal” los miércoles a las 22:00 y los sábados a las 17:00 en MVS FM 102.5)