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Cuidándole las espaldas

Marchan sin ser vistas, claman sin ser escuchadas, cómo no van a querer pintarlo todo, romperlo todo, incendiarlo todo.

Once femenicidios ocurren en México cada día.
Once femenicidios ocurren en México cada día.Créditos: Especial
Escrito en OPINIÓN el

Yo confieso ante todos ustedes que jamás había asistido a la marcha de las mujeres. Mi hija quiso ir, y me pareció muy bien, siempre y cuando yo la acompañara. Sobre todo después de ver las recomendaciones del contingente de su universidad: ‘lleven leche para lavarse los ojos en caso de que les echen gas lacrimógeno. Escriban con tinta indeleble su nombre, tipo de sangre y teléfono de emergencia en el antebrazo.’ No fuera a ser…
 
No había acabado de llegar al punto de encuentro cuando ya tenía la piel de gallina: ver a tantas jóvenes distintas y a la vez iguales: la ropa, el pelo, la cara pintada de color morado; todas coreando, sus cartulinas en alto, se desgañitaban. Caminamos tres horas bajo el sol inclemente de Paseo de la Reforma a paso lento, estaba repleto. Un río humano en ebullición a tono con la reciente explosión de las jacarandas. Los reclamos en su amplia gama contra el machismo y la inseguridad se encimaban. Un contagiadero de compañerismo, solidaridad, complicidad. Se sentía de todo, excepto miedo.
 
De pronto, en el carril izquierdo se abre paso un vehículo con altavoz, anuncia que viene detrás el contingente más desolador, el de los deudos. Ver pasar ahí juntito a las madres sosteniendo en el pecho la foto enorme de la hija asesinada o desaparecida es desgarrador. Yo, que no me había unido a las voces porque mi papel era más bien de guardaespaldas, no pude más que gritar con todo mi ser: ¡No-están-solas! ¡No-están-solas! ¡Justicia para Jessica! ¡Justicia para (el nombre de la pancarta en turno)! , ¡Justicia, justicia! Miles de veces, porque la caravana doliente era eterna, no se acababa. Las estadísticas convertidas en caras de muchachitas sonrientes, fotografías tomadas cuando ignoraban lo que les esperaba. Qué distinto a verlas en las noticias, o en una película. Qué ganas de abrazar a esas mamás, de consolarlas, de devolverles el alma.
 
Marchan sin ser vistas, claman sin ser escuchadas, cómo no van a querer pintarlo todo, romperlo todo, incendiarlo todo.

“Nos falta ____.” Inserta en esta línea el nombre de tu niña, imagínate ahí, marchando, cargando su foto, lo único que queda de ella. A que sientes que se te hunde el estómago, el corazón se te desintegra y no puedes ni respirar. Si nos ponemos por un segundo en su lugar podremos imaginar el tamaño de su dolor, todos los días, todas las noches, toda la vida, la muerte en vida. Cómo no apoyarlas sin atrevernos a mencionar que su reclamo sea sin rayar una pared o una estatua.
 
Once femenicidios ocurren en México cada día, por siete días de la semana, por cuatro semanas al mes; sigamos multiplicando y entenderemos la magnitud de esta tragedia que es urgente ver, atender y detener.
 
Mientras, cuidémonos las espaldas.