Hoy celebramos en México el Día del Arquitecto y, por ello, les cuento acerca de doce edificios y monumentos que más me gustan en la CDMX. Advierto que el listado no va de mayor a menor.
La Capilla del Pocito, en la Villa de Guadalupe
Su construcción inició en 1777 y estuvo a cargo del arquitecto Francisco Guerrero y Torres. Le dicen “El Pocito” pues antes de su construcción había un manantial de aguas minerales que se creían milagrosas debido a que, se dice, ahí tuvo lugar la cuarta aparición de la Virgen a Juan Diego. Era de las construcciones más importantes del complejo de la Villa de Guadalupe, pero fue desplazada tras la construcción de la Plaza de las Américas. En los últimos años la han estado rescatando. Qué bueno. La capilla es una joya del barroco mexicano que no debería pasar tan desapercibida.
Hotel Camino Real, en la colonia Polanco
Cuando se anunció que los Juegos de la XIX Olimpiada tendrían lugar en México, toda la ciudad se puso manos a la obra para modernizarse. De entre aquellos esfuerzos, un grupo de inversionistas quiso construir un hotel nuevo. La tarea le fue encargada al arquitecto Ricardo Legorreta, quien se alejó de los rascacielos genéricos para construir todo un complejo con espacios horizontales dividido en una parte pública (con restaurantes, patios y jardines) y una privada (para las habitaciones del hotel). El resultado hasta la fecha es esplendido. El lobby y su fuente monumental son de mis partes favoritas.
Museo Soumaya, en la colonia Granada
En 1994, surgió la idea del museo, pero fue durante la construcción de la Plaza Carso que se decidió construir un edificio para albergar alrededor de siete mil obras de arte. Tras el fallecimiento de Soumaya Domit en 1999, su esposo, Carlos Slim, decidió que el museo le rendiría homenaje. En 2011 se inauguró, y sí, aunque se parece mucho al Museo de Guggenheim, no podemos negar que le ha dado personalidad a una parte de la ciudad que no era tan agraciada.
La Iglesia de la Sagrada Familia, en la colonia Roma
La construcción de esta obra comenzó en 1874, cuando la gente hizo una campaña para que se edificara una iglesia en honor a la Sagrada Familia. Lograron que el arquitecto Francisco Villar se encargara del proyecto y, para 1882, el obispo Urquinaona colocó la primera piedra. Su estilo ecléctico con detalles romanos y góticos la hace todo un emblema en la ciudad.
Casa Lamm, en la colonia Roma
En un principio el proyecto buscaba ser una casa habitacional construida por su propio dueño, Lewis Lamm. No obstante, aun cuando la obra se terminó, los Lamm nunca llegaron a habitarla. Los Hermanos Maristas la rentaron para transformarla en el Colegio Francés Jalisco y, en 1990, la familia García Collantes la compró para evitar que la destruyeran. Desde entonces se buscó hacerla un lugar para promover y difundir la cultura, por lo que, en 1993, pasó a ser el Centro de Cultura Casa Lamm. Fue magníficamente restaurada. En su interior, por ejemplo, la intervención moderna hace que siga luciendo grandiosa.
Hotel Ritz, en el Centro Histórico
Después de los tiempos porfirianos y revolucionarios, Enrique Corcuera, un terrateniente jalisciense, decidió viajar a París para replantear sus negocios. Cuando regresó decidió construir un lujoso hotel en la calle Madera y, en 1930, se inauguró el edificio de estilo ecléctico. El lugar es famoso por albergar frecuentemente a personalidades como José Clemente Orozco y por las banderas de varios países que, hasta la fecha, cuelgan de él.
Hotel Imperial Reforma, sobre av. Reforma
Se inauguró en 1896 y fue todo un suceso en la ciudad. Representó el inicio de los grandes edificios citadinos, aunque claro, sin dejar de lado una arquitectura francesa que lo hizo elegante y moderno. Si van por la avenida Reforma, lo reconocerán fácilmente por la cúpula que posee. Es uno de los pocos edificios porfirianos que hasta la fecha sobreviven y durante algún tiempo fue sede de la Embajada de Japón.
La Catedral Metropolitana, en el Zócalo
En 1527 se creó la Diócesis de México. Tres años después adquirió la dignidad de Catedral y, para 1547, se le dio finalmente el rango de Metropolitana. Sin embargo, esta catedral era muy pequeña, por lo que en 1573 se construyó una segunda que se convertiría en la que hoy conocemos. El arquitecto fue Claudio de Arciniega y se sabe que se inspiró en las catedrales de Segovia y Salamanca. A pesar de tener casi 500 años, me sigue pareciendo monumental.
El Palacio del Marqués del Apartado, en el Centro Histórico
Es un edificio neoclásico de finales del siglo XVIII y a cargo del arquitecto Manuel Tolsá. Su nombre se debe a que fue construido bajo iniciativa de Francisco Manuel Cayetano de Fagoaga y Arozqueta, quien era apartador de oro y plata. Como pieza neoclásica, me gusta mucho. Por desgracia, está enfrente del Templo Mayor, en una zona donde luce muy poco
Plaza Artz, en Pedregal
Ciertamente no le ha ido muy bien a esta plaza desde su inauguración. En 2018 se derrumbó y ha sido escenario de múltiples robos y escándalos. Aun así, me parece que arquitectónicamente está muy bien lograda. Como buena plaza, es para estar dentro, por lo que se pasea muy bien.
El Edificio Ermita, en la colonia Tacubaya
Comenzó su construcción en 1930 a cargo del arquitecto Juan Segura Gutiérrez. Dos años más tarde, se inauguró. Tras la dictadura de Franco en España, fue el refugio de muchos exiliados, por lo que tiene una carga simbólica llena de valor en la ciudad. Lamentablemente, está muy descuidado.
El Castillo de Chapultepec, en Chapultepec
No puede faltar, por supuesto, una de las construcciones más emblemáticas de la ciudad. El cerro en el que está ya de por sí tiene su historia desde tiempos prehispánicos, pero el Castillo fue sede del Colegio Militar en 1843, hogar de Maximiliano de Habsburgo de 1865 a 1867, residencia presidencial desde tiempos porfirianos hasta 1938 y, de 1944 a la actualidad, Museo Nacional de Historia.
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