OPINIÓN HÉCTOR ZAGAL

El domingo más triste del año

Las vacaciones de las niñas, niños y adolescentes son tan importantes como los días de clases. Ellos tienen derecho al descanso.

Regreso a clases presenciales en agosto de 2021.
Regreso a clases presenciales en agosto de 2021. Créditos: Cuartoscuro
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Mañana comienzan las clases de primaria y secundaria. Al menos en mi caso, era la tarde más fúnebre del año. El regreso a clases implicaba levantarse temprano, caminar un largo trayecto para ir y venir a la escuela, hacer tareas y soportar a algunos compañeros poco simpáticos.

Para mis padres, tampoco era la mejor época del año. Los útiles eran carísimos. Desde el viernes previo, mis padres se desvelaban forrando con papel verde y plástico transparente decenas de cuadernos y libros. El lunes tendríamos que cargarlos en nuestras mochilas a punto de reventar. Las mochilas pesaban la mitad de lo que pesábamos nosotros.

¿Por qué las escuelas gustaban del verde? Uniformes, paredes, cuadernos, todo era verde cenizo. Un verde de pintura de aceite. Verde que te odio verde….

Para hacer más llevadera la tragedia, mis padres solían comprarnos algún estuche colorido para lápices o una mochila nueva. La ilusión de estrenar algo mitigaba el sufrimiento. Pero bien pronto, las maestras se encargaban de arrancarnos la poca ilusión que lográbamos forjarnos para enfrentar la escuela.

Estudié el kínder en el Pájaro Azul. Tengo gratísimos recuerdos del jardín de niños hasta el último año, cuando una maestra me acosó. Por fortuna, mis padres se dieron cuenta y me salvaron de aquella mujer. ¿Por qué una maestra de kínder puede gozar en hacer sufrir a un niño?

Para remediar aquel desastre, mis padres me inscribieron en una escuela primaria activa, el Freinet, allá por la colonia Roma en la Ciudad de México. Fui feliz en ese entorno liberal, creativo y tolerante, un entorno muy sesentayochero. Cultivábamos una parcela. Teníamos una pequeña imprenta. Nos reuníamos en asamblea todos los miércoles. Tuteábamos a los maestros. No usábamos uniforme y hacíamos todo tipo de manualidades. Eso sí, nunca aprendí las tablas de multiplicar. Quizá por el bajo nivel de matemáticas y porque me estaban entrenando para guerrillero urbano, mis padres me cambiaron en el tercer año a una escuela muy tradicional

Comencé el tercer año de primaria en el CC, presumía de su alto nivel de inglés (no pongo su nombre, porque entiendo que el colegio aún existe). Estudiábamos dos horas de inglés al día: redacción, gramática, lectura de comprensión. Recuerdo que leímos una adaptación muy bonita de la “Odisea”. Las misses de inglés eran exigentes, pero encantadoras. Estoy agradecido con ellas.

Ahí, en tercero y quinto de primaria sufrí la desgracia de tener a Miss Elda como profesora. Una mujer, conjeturo, de unos treinta años. Era mal encarada y poco empática. Siempre me regañaba por mi pésima caligrafía. En tono apocalíptico, aquella arpía me regañaba por mi mala letra. Por supuesto, nunca se le ocurrió ponerme ejercicios de caligrafía o sugerirme una forma de mejorar mi letra. Lo suyo era el regaño. Llegó a llamar a mi madre para advertirle, muy en serio, que, si no mejoraba mi caligrafía, jamás terminaría la primaria.

¿Les cuento algo aquí entre nos? Quisiera toparme con ella y mostrarle mi título de doctorado (sí, lo sé, necesito un psicoanalista de urgencia). Hoy vivo de escribir y mi letra sigue tan fea como entonces. Por supuesto, no me enorgullece mi pésima caligrafía, pero creo que aquella mujer no era, por así decirlo, un genio de la pedagogía.

Otro de los engendros del CC era Miss Bebita. Supongo que su nombre era Genoveva. Una mujer con un peinado alto y maquillada con polvos blancos y rosas. Dizque tocaba el piano y, manteniéndonos a estar pie durante una hora, nos obligaba a cantar canciones mexicanas de los Tres Ases y Los Panchos. Vamos, un programa ideal para niños. Vaya manera de alejar a las niñas y niños de la música. Supongo Dios habrá hecho justicia y aquella mujer estará en uno de los círculos de la Comedia del Dante, escuchando a Bad Bunny durante los próximos mil años…

Teníamos dos directoras. Una para español y otra para inglés. La de inglés se llamaba Miss Scarger y era una mujer mayor regañona. La dueña, cuyo nombre no me acuerdo, era inglesa y se empeñaba en que cantáramos “God Save de Queen”, después de cantar el Himno Nacional en la ceremonia de los lunes. Me parece, no estoy muy seguro, que junto con la bandera mexicana se izaba también la bandera del Reino Unido.

He pensado que debería encontrar a esos profesores del CC y demandarlos. Mi sueldo no me alcanza para pagar tanto psiquiatra, psicoanalista y psicotrópico.

Más tarde, estudié en una secundaria pública. El primer año fue en turno vespertino. Fue uno de los momentos más retadores de mi vida. Luego les contaré de esos años.

Y luego, vino la preparatoria en la Universidad Panamericana. Fue uno de los momentos más felices de mi vida. Hice grandes amigos y disfrutaba casi todas las materias. Con decirles que quería que las vacaciones se terminasen para regresar a clases.

Bueno, pues ya les platiqué algo de mi vida, por si andaban con el pendiente. Pero termino con una reflexión, las vacaciones de las niñas, niños y adolescentes son tan importantes como los días de clases. Ellos tienen derecho al descanso. No los saturemos de trabajo.

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal