OPINIÓN SERGIO ALMAZÁN

Los Ángeles… una catedral de 85 años

El Salón Los Ángeles es una obtra a la memoria viva, la colectividad de las resistencias, el microcosmos del barrio en tiempos de globalización, escribe Sergio Almazán.

El Salón Los Ángeles, es por derecho construido y conquistado por 85 años
El Salón Los Ángeles, es por derecho construido y conquistado por 85 añosCréditos: Cuartoscuro
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En la memoria colectiva de los capitalinos está grabado el slogan “Quien no conoce Los Ángeles no conoce México”. La catedral del baile, ese sitio del dancing donde todos los ritmos tropicales encontraron un sitio para democratrizar a los asistentes en una sola pista. Por ello, su presencia, en el populoso barrio de la Guerrero en el centro de la Ciudad de México, refleja, testimonia y sintetiza la resistencia la globalización y la urbanización de los rascacielos y el anonimato –que en ocasiones– parece arrebatarle la identidad a sus habitantes convirtiéndonos en hombres-auto, oficina, caos o máquinas…

Pero el Salón Los Ángeles, al resistir a los cambios, integrarse a las modernizaciones, ser fiel a la tradición y ritmo de barrio de los años 30 nos permite sabernos iguales y sin resistencia ante los acordes de la Sonora Santanera, o las noches de Aventurera, los personajes dando cátedra del look y de los pasos en la pista lustrísima al tiempo que el curioso, el propio y ajeno imita y busca parecerse. Eso no importa entre el bullicio, el anuncio de neón y los sonidos orquestales todas, todos y todxs somos iguales. Ese es quizá el sitio donde comenzó la democracia del baile.

Decía Monsiváis,  que los políticos, los del otro barrio, los de las Lomas iban al Salón Los Ángeles a hablar de clases sociales, pero no se distinguían porque todos bailan por igual los ritmos tropicales; eso es lo liberador y revelador del Salón Los Ángeles que al ubicarse en el propio epicentro urbano popular de la Guerrero, barrio que ha sido testigo y aglutinador de los mejores y profundos movimientos culturales, sociales o políticos desde su origen en el siglo XIX es a la vez, el termómetro citadino de las cosas que le pasan al agente de pie y al político.

La sociología instantánea que regala de forma involuntaria el Salón Los Ángeles, al momento de abrir pista, puede ser al tiempo, la radiografía de las ideologías más permanentes y contradictorias en la vida cotidiana de la urbe, las resistencias y las polarizaciones sociales o las resistencias culturales que le dan identidad y diversidad a la ciudad. ¿Cómo puede un mismo espacio reunir a un escritor encumbrado y a un político rancio hombro a hombro? Es el destape que provoca el ambiente tropical y cómplice de la oscuridad habría dicho una vez Carlos Fuentes cuando festejó los cincuenta años de la Región más transparente… En la mezcla lúgubre y a punto que algo estalle en que parece moverse el ambiente de Los Ángeles lo vuelve provocador al tiempo que contenedor.

Quien visita La Catedral del ritmo tropical, sabe lo imposible que resulta la resistencia a caer en la tentación no sólo de soltarse en la pista, sino de querer ser parte de la historia urbana que parece suspenderse en un ritmo, en un estilo, en una época del destape mexicano que le dio carácter y arraigo a lo popular y nada marginal de la modernización hecha de trozos del barrio, donde encuentra su síntesis y explicación en ese oscuro galerón repleto de fotos, placas conmemorativas, de retazos de historias y sociologías momentáneas que se mezclan con sonidos de timbales, trompetas y fotogramas de la imaginería colectiva.

El Salón Los Ángeles, es por derecho construido y conquistado por 85 años, el monumento y la memoria viva, la colectividad de las resistencias, el microcosmos del barrio en tiempos de globalización y antonomasia el sitio donde se representa la democracia del mexicano y de las sociedades al momento que los acordes de la orquesta comienzan a sonar… ¡Felices 85!  Y si usted no ha ido al Salón los Ángeles no conoce México.