OPINIÓN HÉCTOR ZAGAL

Refranes de ayer y hoy

Un refrán pertenece a la comunidad, sin diferencia de clase sociales o de niveles de escolaridad, del tema escribe Héctor Zagal.

Refranes entre hablantes
Refranes entre hablantesCréditos: Ilustrativa/Pexel
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¿Les gustan los refranes? Uno de ellos dice: “Quien no sabe de refranes, ¿qué es lo que sabe?”. Los refranes se tienen por cachitos de sabiduría. A diferencia de las máximas, los aforismos, los proverbios y las sentencias, los refranes no son exclusivos de un grupo culto ni de una sola profesión o ciencia, ni tampoco transmiten siempre una doctrina moral. Los refranes son advertencias, enseñanzas, consejos, descripciones de la realidad y a veces son crueles. ¿Han escuchado que “el sol es la cobija de los pobres”? Un refrán pertenece a la comunidad, sin diferencia de clase sociales o de niveles de escolaridad. ¿Por qué? Los refranes se aplican a toda experiencia humana, pues tanto come y muere el rey como el más humilde de sus siervos. Y como no hay nada nuevo bajo el sol, el refrán de hace cinco siglos aplica todavía hoy. Así, ¿cómo no valorarlos? Como bien dice otro refrán, “los dichos de los viejitos son evangelios chiquitos”.

Aunque la sabiduría contenida en los refranes es una y la misma, lo cierto es que van cambiando su cáscara según el contexto. Por ejemplo, el refrán “Salí de Escila y entré en Caribdis” quizá no nos diga nada si no estamos familiarizados con la mitología griega. Escila y Caribdis eran dos monstruos marinos situados en orillas opuestas de un angosto canal. Los marineros que intentaban cruzar este estrecho sabían que si se cuidaban de un monstruo, se quedaban a merced del otro. Entonces, para donde se hicieran, se encontraban con una calamidad. Sin este contexto, el refrán no dice mucho. Sin embargo, ¿qué tal si rezara “Éramos muchos, y parió la abuela”? Ahí queda más que claro. Este refrán, por cierto, no

Incluso en sus mismos lugares de origen los refranes pueden perder su poder si no se actualizan. ¿Cuántos jóvenes conocen que es el chimisclán? Sin conocerlo, difícilmente entenderán el refrán “¡Ay, cocol, ya no te acuerdas cuando eras chimisclán!” y le bajarán a sus humos. El chimisclán es como un cocol, pero más sencillo: sin barniz de huevo y sin ajonjolí. Diríamos que es más humilde. En cambio, el cocol se puso guapo y ya hasta se le olvidó de dónde viene y cómo llegó hasta donde está. ¿Cómo podríamos actualizar este refrán? Les proponemos: “Ay, bistró, ya se te olvidó cuando eras fonda.” ¿Qué dirían ustedes?

No todos los refranes pierden su poder aunque no conozcamos del todo una de sus partes. Por ejemplo, “un ojo al gato y otro al garabato” puede entenderse sin necesidad de saber qué es un garabato. La idea es que se están viendo dos cosas al mismo tiempo. Sin embargo, el refrán es más completo si sabemos que el garabato es un instrumento de hierro que sirve para colgar algo, como los chorizos en una cocina. Así, hay que estar atento al gato y a su objetivo. Lo mismo ocurre con el refrán “No te metas en camisa de once varas.” Sabemos que se nos aconseja no meternos en problemas aunque no tengamos ni idea de cómo luce una camisa de once varas. Simplemente suena incómodo. Pero la historia es más interesante que la mera idea de incomodidad.

Una camisa de once varas no está atravesada por palos. Parece que en la Castilla medieval, la vara era una unidad de medida equivalente a 83 cm. actuales. Once varas serían poco más de nueve metros. Es decir, sería una camisa enorme, difícil de combinar y usar sin tropezar y perderse en ella. De acuerdo con esto, “meterse en camisa de once varas” significaría meterse en grandes problemas. Pero el refrán no se queda ahí. Dicen que, en la España medieval, cuando una familia adoptaba a un hijo, la costumbre era que el padre hiciera pasar al nuevo integrante por el interior de una camisa grande, de once varas, hecha especialmente para la ocasión. El niño en cuestión tenía que cruzar de un extremo a otros de la camisa para ser besado en la frente por su padre adoptivo. La intención parece que era simular un parto. Así, el refrán parece no sólo decirnos que nos evitemos meternos en grandes problemas o en situaciones difíciles, sino que también evitemos hacernos de problemas ajenos.

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Un refrán más: “Salió con su domingo siete”. Por lo general, este refrán sirve de advertencia para que una mujer no salga embarazada. Sin embargo, el “domingo siete” no significa únicamente un embarazo, sino que refiere a un inconveniente o desgracia en general. Parece que el “domingo siete” se entiende como una calamidad desde el medievo, pero, dicen, fueron los Hermanos Grimm quienes popularizaron el concepto en un a finales del siglo XVIII. El relato habla de dos hermanos –o amigos, uno bueno y uno malo, que deambulan en un bosque encantado. El bueno recorre el bosque y escucha que espíritus del bosque y creaturas fantásticas cantan “Lunes y martes / y miércoles, tres”, a lo que él contesta “Jueves y viernes, y sábado seis”. Los seres del bosque lo colman de tesoros por haber terminado la canción. El malo, al ver lo ocurrido, intenta ganarse el favor de los seres del bosque continuando la canción. Después de que los seres cantan “y sábado seis”, él concluyó “y domingo siete”. Entonces, en lugar de premio, se llevó una tunda de aquellas. ¿Por qué? Porque el domingo es día del Señor y no se ha de pronunciar. Entonces, el “domingo siete” es un castigo. La advertencia del refrán es andarnos con cuidado y no salir castigados.

¿Qué refranes conocen?

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

Héctor Zagal y Karla Aguilar, coautores de este artículo, conducen el programa de radio “El programa del Dr. Zagal” en MVS 102.5

@hzagal @karlapaola_ab