DIOS

¿Quién eres, Diablo?

El nombre de Satán es hebreo y significa “El adversario” o “El enemigo”.

Créditos: Cuartoscuro
Escrito en OPINIÓN el

¿Qué nos contestaría si se lo preguntáramos? ¿El Caído? ¿Estrella de la mañana? ¿Padre de la mentira? ¿El Rebelde? ¿El Enemigo? Quizá su respuesta dependa de quién se lo pregunta. ¿Por qué? El diablo, en el contexto de las religiones abrahámicas, es un seductor, un ilusionista, un embaucador. Dirá lo que sea necesario para que confiemos en él. Sus distintos nombres delatan su oficio.

“Diablo” viene del griego diábolein, que significa lanzar entre, inmiscuirse, dividir, difamar, acusar. De acuerdo con la tradición, el diablo se rebeló contra Dios. Pero no fue el único expulsado del Paraíso y condenado al Abismo, pues había convencido a otros ángeles de rebelarse contra el Creador. El diablo dividió a los ángeles. Pero también se inmiscuyó entre Dios y el hombre cuando convenció a Eva de morder el fruto prohibido con la promesa de “ser como dioses” después.

Otro de los nombres del diablo es “Lucifer”, del latín lux, luz, y ferre, llevar. Lucifer es “portador de luz”. Un nombre extraño para un personaje tan relacionado con las tinieblas, ¿no creen? En el libro del profeta Isaías se habla del “hijo de la aurora”, quien “cayó de los cielos” intentando ser “semejante al Altísimo”. Aquí aparece el nombre de Lucero o Lucifer como aquel que pretendió poner su trono en donde estaba Dios. Aunque la interpretación más común es identificar a Lucifer con el diablo, parece que Isaías podría estarse refiriendo a un rey babilónico. Sin embargo, las proporciones entre el diablo y un poderoso rey que cae en desgracia son interesantes. Por un lado, se habla de un rey que pretendió colocarse por encima de Dios, rebelándose ante su autoridad como lo hiciera el diablo. Por otro, pensando en el diablo como el rey de este mundo, se dice que aún los más grandes y esplendorosos hijos no son nada en comparación con el Señor. Aunque Isaías hablara de un rey en particular, no es difícil ver cómo los destinos de ambos, reyes y ángeles caídos, pueden ser los mismos.

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El nombre de Satán es hebreo y significa “El adversario” o “El enemigo”. Sin embargo, el término hebreo se relacionaba, en un inicio, con el ámbito legal. Es decir, Satán era algo así como el “fiscal” de Dios. Esta sería su función en el relato de Job. Cuando se encuentran, Dios le pregunta a Satán si no ha reparado en el mejor de sus siervos, Job. Satán le señala que tan sólo es el mejor porque Dios lo ha colmado de bienes. ¿Qué pasaría si todo le fuera arrebatado? ¿La desgracia lo volvería contra Dios? La cuestión es tan jugosa que Dios le propone averiguarlo. Así, ambos acordaron poner a prueba el amor de Job hacia Dios por medio de la acción de Satán. Hay varios elementos de este episodio que vale la pena resaltar para entender quién es el diablo. Primero, Satán se presenta ante Dios como “uno de sus hijos”. Luego, su charla es cordial y hasta colaborativa, como la que tendría un supervisor general y el patrón. Además, Dios le da poder y permiso para quitarle a Job todo, menos la vida, para ver si se mantiene fiel a Él o blasfema en su contra. Este episodio prueba que, aún después de haber sido expulsado del Cielo, Satanás interactuaba y trabajaba con Dios. ¿No rompe este relato con nuestra idea de una épica batalla entre el Bien (Dios) y el Mal (Satán)? En la historia de Job podemos ver que la relación entre ambos es más compleja que una mera dicotomía antagónica.

Tanto Dios como el diablo (con permiso de Dios, claro) pueden actuar sobre los hombres. El diablo, reflexiona Tomás de Aquino (1225-1274), se dedica a tentar a los hombres. Tentar es poner a prueba a alguien para descubrir algo sobre su persona, especialmente sus tendencias y sus deseos. Tomás de Aquino distingue dos tipos de tentación: aquella que busca estimular la virtud y aquella que espera dañar precipitando al pecado. El diablo, continúa Tomás de Aquino, siempre tienta para dañar. Dios, en cambio, tienta para que se haga manifiesto nuestro amor por Él. Tentar, pues, no es una prerrogativa exclusiva del diablo. Todo depende del fin con el que se tienta. Si éste es sacar a la luz lo peor del hombre, entonces es una tentación diabólica.

¿Por qué el diablo se empeña en hacer tropezar al hombre? Algunos dicen que la rebelión del diablo no nace de la soberbia, sino de los celos que sentía hacia el ser humano debido al amor que le tiene Dios. El hombre puede redimirse y reformar su naturaleza caída. ¿El diablo podría hacer lo mismo? ¿Será este resentimiento lo que alimenta su odio?

Creemos que a la pregunta “¿Quién eres, Diablo?”, éste nos contestaría “Quien necesite ser”. Mark Twain (1864-1910) propone una identidad satánica más interesante y, probablemente, más cristiana. Twain se pregunta: “¿Quién reza por Satán? ¿Quién […] ha tenido la humanidad para rezar por el pecador que más lo necesitaba?”.

¿Qué piensan?

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

Karla Aguilar y Héctor Zagal, coautores de este artículo, conducen el programa de radio “El Banquete del Dr. Zagal”