Un cigarrito para reanimarnos

Desde su introducción en Europa durante el siglo XVI, el tabaco fue consumido tanto por placer como por razones médicas.

La colilla de un cigarro es sostenida por la mano de un fumador / Foto: Cuartoscuro
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Ayer, 11 de septiembre, se celebró el Día mundial de los primeros auxilios. La fecha cambia con los años, pues se ha celebrado el segundo sábado del mes de septiembre desde el 2000. Por un lado se busca fomentar el interés en aprender las técnicas básicas de socorro para evitar la muerte y agravamiento de un accidentado. Ante una situación de emergencia, lo primero que debe verificarse son los signos vitales de la persona accidentada: pulso, respiración, temperatura, tensión arterial y reflejos de las pupilas. Posteriormente se atienden las posibles afectaciones físicas como quemaduras, heridas, hemorragias, fracturas. Si fuese necesario, se recurre a realizar una reanimación cardiorespiratoria o la maniobra de Heimlich si la persona se está asfixiando.

¿Desde cuándo existen los primeros auxilios?

Los primeros pasos hacia lo que hoy conocemos como primeros auxilios fueron dados en Ámsterdam, en 1767. Entonces una manera muy común de viajar de ciudad en ciudad, y dentro de una misma, era a través de canales y ríos. Debido a esto, los casos de gente que moría ahogada eran bastante altos.

En Ámsterdam se presentaron los primeros intentos de revivir a quienes habían sufrido un ahogamiento. El objetivo principal era deshacerse del agua dentro del cuerpo; una lógica que seguía de cerca la teoría de los humores hipocráticos según la cual la salud del cuerpo depende de un equilibrio en la presencia de cuatro humores: sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla. La intención era drenar el exceso de agua para darle espacio al aire y promover la respiración.

Los intentos de resucitación holandesa llegaron a los oídos de los ingleses, quienes también tenían sus propios casos de ahogamiento en el Támesis. En Londres, William Hawes (1736-1808) y Thomas Cogan (1736-1818) crearon una sociedad de rescate de personas ahogadas en 1774. El propósito de esta sociedad era promover técnicas de primeros auxilios que incluían el rescate del cuerpo y su cuidado.

Las primeras acciones consistían en desvestir a la persona, secarla, enrollarla en cobijas de lana y colocarla en un lugar cálido \u2013cerca del fuego de una chimenea, por ejemplo. Después, sus piernas eran levantadas por encima de su cabeza buscando que el agua ingerida fuera expulsada por la boca. Entonces ya se conocía la técnica de resucitación boca a boca, pero quizás este contacto resultó demasiado íntimo. O quizás no permitía una entrada lo suficientemente grande de aire ni de aire suficientemente caliente. Recordemos el equilibrio humoral: no sólo había un exceso de agua en el cuerpo del ahogado, sino que también estaba frío y era necesario calentarlo. ¿Cómo conseguir secar y calentar el cuerpo de manera eficiente?

La respuesta llegó en forma de fuelles, jeringas y tabaco. Desde su introducción en Europa durante el siglo XVI, el tabaco fue consumido tanto por placer como por razones médicas. El tabaco era quemado y su humo introducido a través de una manguerita por el recto. Así se pretendía secar y calentar el cuerpo. ¿Por qué el tabaco? Aunque el interés principal en los métodos de resurrección de los primeros auxilios era promover la respiración, sin preocuparse realmente por la reanimación cardíaca, se sabía que el tabaco tenía la propiedad de estimular el ritmo cardíaco.

Tranquilos, no es probable que lleguen a ser tratados con enemas de humo de tabaco actualmente pues desde 1811 su popularidad decayó tras el descubrimiento de sus efectos tóxicos y nocivos por el cirujano inglés Benjamin Collins Brodie (1783-1862). ¡Por suerte!

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

(El autor es conductor del programa "El Banquete del Dr. Zagal" en MVS radio y profesor de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)