La desigualdad… 500 días después

El reto está en garantizar una protección y los mínimos de recursos materiales de salud para que el regreso a clases presenciales signifique una seguridad para profesores, personal administrativo y alumnos en cada uno de los planteles de educación del país.

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Tras 17 meses de haberse cerrado los planteles educativos en todos los niveles en nuestro país, volverán el próximo lunes 30 de agosto las actividades "en nueva normalidad" a las aulas los estudiantes. Con resistencias, en medio de la tercera ola de la pandemia y secuelas en todos los ámbitos: duelos por las pérdidas, bajas de alumnos, afeccione pedagógicas, rezagos y limitaciones tecnológicas institucionales y familiares para atender los desafíos educativos y deseos de volver a activar la vida de los pupilos \u2013que para algunos no conocen el plante ni sus compañeros\u2013. Es un gran desafío ante esta desigualdad social, cultural y educativa que evidenció la pandemia.

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ha insistido que el retorno al aula es urgente y necesario, implica un desafío en materia de salud, pero sobre todo una posibilidad de reducir los índices de desigualdad social que ha dejado la ausencia educativa en el mundo, pero en especial en países como el nuestro, donde la fragilidad, el rezago permanente, la calidad y deficiencia pedagógica vuelve más vulnerable a la infancia. Si le sumamos, que tras los 17 meses que se han mantenido los colegios cerrados y el pobrísimo esfuerzo del Estado por crear una alternativa en las estrategias pedagógicas de aprendizaje y la violencia intrafamiliar en los niños, la brecha de desarrollo se agudiza.

Como lo ha dado a conocer la Secretaría de Educación Pública (SEP) en un informe preliminar sobre las consecuencias de la pandemia y rezago educativo, más de 5 millones de niños no concluyeron el ciclo escolar por falta de recursos económicos y/o materiales, es decir pérdida del empleo de alguno de los miembros de la familia o falta de herramientas tecnológicas como internet, electricidad o un monitor para tomar las clases por la televisión abierta, y el 70% de estos alumnos que desertaron tuvieron que trabajar en el campo o incluso algunos adolescentes ingresaron a las filas del narcotráfico.

regreso a clases
Foto: Cuartoscuro

Como ocurre en países con economías tan frágiles, enormes desigualdades sociales, gran población sin cobertura mínima condiciones de la canasta básica y entornos familiares y geográficas con violencia, la ausencia educativa convierte a los niños en blanco vulnerable para el crimen organizado, la agresión y la pobreza como herencia y condición permanente, además de empeorar su futuro. Según lo ha indicado la UNICEF quien ha reiterado la urgente necesidad de crear las condiciones del regreso a las aulas para atender las serias y profundas consecuencias que ha derivado este periodo de pandemia: afecciones en materia pedagógica, en salud mental, aumento de la violencia infantil y evidencia de las brechas tecnológicas para la educación.

El regreso presencial a las aulas es imperante, impostergable y necesario además de reactivar la vida escolar, es necesario reforzar los planes y sistemas educativos en nuestro país que ayuden a reducir la enorme y profunda brecha de desigualdad social que ha generado el sistema educativo nacional tras la política sindical, la burocracia y corrupción existente desde hace décadas en la Secretaria de Educación Pública y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación quienes han pensado más en conservar sus propios beneficios y heredar plazas que cumplir por principios para lo que fue creado: educar a niños y adolescentes del país sin distinción de ninguna índole y promover el desarrollo social, como se planteó el origen de la SEP hace 100 años tras la Revolución Mexicana.

El reto está en garantizar una protección y los mínimos de recursos materiales de salud para que el regreso a clases presenciales signifique una seguridad para profesores, personal administrativo y alumnos en cada uno de los planteles de educación del país, pero también implica una revisión, evaluación y estrategias pedagógicas por parte de la SEP para atender el rezago educativo y social derivado de esta pandemia. El reto es mayor, sobre todo cuando se trata de no aumentar la desigualdad social en una generación que es promesa de desarrollo en México.

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