Palabras y más palabras

La historia de las palabras es la historia del mundo, del pensamiento humano, pero también de sus pasiones, de sus logros y, lamentablemente, de sus crímenes.

El término fue elegido de entre un listado de 250 palabras /Pixabay
Escrito en OPINIÓN el

Con las palabras podemos conocer el mundo, hablar de él y compartirlo con otros. ¿Alguna vez han estado en la apremiante situación en la que quieren que alguien les pase algo, pero olvidan o no saben cómo se llama ese algo? Terminamos diciendo "Pásame la cosa que está ahí, sobre la otra, al lado. No, no. La otra cosa." Y es que \u2018cosa\u2019 podría ser lo que fuera, un lápiz, los lentes, una servilleta, la sal, la medicina, el celular, el monedero. Bueno, la lista de cosas es tan extensa como el conjunto de seres. Lo importante es poderlos nombrar. Sin palabras, estamos señalando a la nada.

Ciertamente, a veces no son necesarias las palabras para darnos a entender. Un bebé llora por razones concretas: hambre, sueño, incomodidad. Usualmente sus padres saben qué necesita la criatura. Aunque las causas de la incomodidad puedan ser varias, como tener mojado el pañal, dentar, sentir frío, haberse lastimado con algo, lo que el llanto nos comunica es que hay algo que provoca dolor. Bien, el llanto comunica casi todo lo que interesa a un recién nacido. Pero, ¿qué pasa cuando quiere ser más específico y quiere su peluche favorito? Quizás pasemos un largo rato intentando calmarlo con caricias, o cargándolo, o dándole leche tibia, o acercándole todo tipo de objetos divertidos menos aquel que más anhela. Todo esto podría evitarse si nuestro pequeño nos dijera "No, no. No quiero nada de eso. Por favor, detengan este desfile de distracciones y tráiganme mi osito de peluche." Pero para que el infante pueda formular esto falta bastante tiempo. Y cuando pueda hacerlo, ya no pedirá simplemente un osito de peluche, pero eso es otra historia\u2026

Las palabras nos permiten expresarnos, satisfacer deseos, evitar dolores, provocar risas, prometer. Las palabras son como llaves con las que podemos echar un vistazo a la esencia de los seres del mundo. Las palabras, como llaves, también nos ayudan de salir de aprietos. La frase adecuada, en el momento adecuado, con el tono adecuado, puede salvarnos de perder la cabeza. O algo menos dramático, como una salida de viernes con los amigos aunque las calificaciones no hayan sido las mejores en el último examen. Mis estudiantes dominan en arte de la palabra como salida de emergencia.

Retomemos la idea de las palabras como medio para conocer la esencia de los seres. En su diálogo Crátilo, Platón hace reflexiones bastante ingeniosas sobre cómo la composición de las palabras nos puede ayudar a conocer aquello que significan. Un análisis etimológico de los nombres de los héroes y los dioses nos permite conocerlos tal cual son y no según lo que otros dicen de ellos. Hades, por ejemplo, dios del inframundo, no se llama así por ser invisible (aeidés), sino porque conoce (eidénai) todo lo bello. El otro nombre por el que se le conoce es Plutón (Ploutón) que significa riqueza (plo\u00fbtos). Con este análisis Platón concluye que no habría que temer llegar al inframundo con Hades después de morir, pues éste no es sino aquel que posee todos los bienes y riquezas que un alma sin cuerpo podría desear. El más grande de estos bienes es el conocimiento de todo lo bello. Las almas de quienes mueren no regresan, afirma Platón, porque no quieren separarse de aquel que conoce y narra historias tan bellas.

Aunque estudios ling\u00fcísticos modernos nos ayudan a reconocer cuándo Platón echa mano de etimologías verdaderas y cuándo se las inventa, lo importante de este diálogo es la relación que tienen las palabras con aquello que nombran. Si somos exigentes con la adecuación entre el lenguaje y la realidad, podemos evitar confundir un héroe con un cobarde o un rey con un tirano. Asimismo, la atención a las palabras y lo que significan nos puede prevenir de decir falsedades al dialogar con otros y nos ayuda a no caer en engaños sofísticos. Platón, en este sentido, nos exhorta a llamar a las cosas por su nombre, como coloquialmente diríamos. Sin adornos ni sin confusiones.

No siempre es necesario conocer la historia y composición de una palabra para saber cómo utilizarla y comunicarnos con otros. Muchos vamos por la vida con una idea más o menos adecuada de cómo se utilizan las palabras porque así hemos aprendido a ocuparlas y nos funciona. El uso práctico del lenguaje es lo primero que uno experimenta. Ya después puede venir la curiosidad intelectual por la historia de las palabras, por si en otros lugares se usan igual. Es sorprendente como en un mismo país un mismo objeto recibe diversos nombres. Más sorprendente aún es cuando conocemos otros idiomas y resulta que un objeto puede tener más de diez o veinte nombres. Si la curiosidad nos sigue guiando, al desconcierto puede seguirle cierta tranquilidad, pues muchas palabras están emparentadas. Al menos las lenguas romances comparten palabras que suenan similares y que si investigamos un poco más, resulta que sí tienen un mismo origen etimológico. Aún otros idiomas más lejanos al nuestro pueden poseer palabras que tienen un mismo origen que las nuestras. ¿Qué tiene que ver rajá, en sanscrito, con rey, en español, y right en inglés?

La historia de las palabras es la historia del mundo, del pensamiento humano, pero también de sus pasiones, de sus logros y, lamentablemente, de sus crímenes. Hablar con claridad, con las palabras adecuadas, nos ayuda, sin duda, a comprender y comprendernos mejor.

Sapere aude! ¡Atrévete a saber!

@hzagal

(Héctor Zagal y Karla Aguilar, coautores de este artículo, conducen el programa de radio "El Banquete del Dr. Zagal" los sábados a las 17:00 en FM 102.5)